viernes, 2 de marzo de 2012

CHIAPAS SE HACE ECO EN UN ESPACIO DE LA HISTORIA MUNDIAL


Facultad de Derecho UNACH y Auditorio de la Casa de la Cultura, San Cristobal de las Casas, CHIAPAS.


Proyecto de Investigación ‘Resistencia y Disidencia en el Pluralismo Cultural: Memoria y Subjetividad en Minorías Sociales’
[PROYECTO DGAPA-PAPIIT IN304109]

                                                Palenque

Constructores de utopías.
Al sur del país, geográfica y simbólicamente, Chiapas se proyectó al mundo como semillero de nuevas utopías. A partir del 1 de enero de 1994, el nombre de Chiapas hace eco en distintos sectores nacionales e internacionales, un eco que para bien o mal ubica al estado en un espacio de la historia mundial que cambió su forma y los modos de pensarse. Pero, además, la fecha es memorable porque visibilizó y posibilitó la reactivación de esperanzas, aparentemente derrotadas, en la confrontación librada en la llamada “guerra fría”. La población indígena cubierta con pasamontañas, como símbolo que se levanto en medio de un momento y una geografía devastada por el aparente triunfo del modelo neoliberal, se expresó como ejemplo de los permanentes conflictos por la presencia de fuerzas económicas, ideológicas, políticas y culturales que se han hecho presentes en la región y que pugnan por imponer sus puntos de vista. En el sureste, la heterogeneidad se expresa con una intensidad no percibida en ninguna otra región de la República.
A casi 17 años de este acontecimiento, vale la pena retornar, en el tiempo y en la geografía de nuestras expectativas, para interrogarnos sobre los destinos de lo que en un momento fue el llamado de que el país y el mundo podían ser diferentes. Las luchas cotidianas de grupos e individuos que van transitando por la vida, con una permanente expectativa de que las cosas pueden ser distintas y que derivan en esfuerzos que pueden ser comprendidos como luchas por una sociabilidad distinta, bien pueden ser un referente para replantear los modos en los que se expresan estas batallas cotidianas por reconocernos, en la forma de nuestros esfuerzos y en las trincheras sociales desde las cuales participamos, se trata de clarificar la esperanza que nos interpela y nos sostiene en lugares sociales que consideramos los más convenientes para transformarnos y transformar el mundo que habitamos.

¿Qué significa suscribir una utopía en estos momentos? ¿Qué sentido tiene la elaboración o reelaboración de la que tenemos? ¿Cómo se vincula nuestro horizonte utópico con la lucha social que interpela nuestras conciencias? Son solo algunas de las preguntas que se nos ocurren, ante el escenario que vive el país entero.
Los modos de vida en los que la inmediatez suele, en estos momentos, rebasarnos e imponernos agendas que no necesariamente resultan importantes o significativas para pensar las luchas sociales que nos ocupan y las esperanzas que nos sostienen, suelen dejar poco espacio para la reflexión que derive de la inclusión de aquellos que consideramos lejanos o distantes de nuestros quehaceres cotidianos, desde los cuales buscamos reconstruir los mundos que habitamos.
Sin duda que este modo de vivir, arroja un estado existencial, cuya complejidad se hace al tiempo que se percibe y difícilmente se contempla con todas sus implicaciones. Nos inscribimos permanentemente en espacios utópicos que exigen modos de ser y hacer, al tiempo que irrumpen permanentemente decisiones, acciones y proyecciones colectivas que nos obligan a repensar nuestras esperanzas de vida y los modos en los que coexistimos con ellas, con la tentación de suponer que lo sabemos todo e insistiendo en la posibilidad de una omnipotencia que supone aprehender, en un solo acto, las diversas posibilidades que acontecen en el escenario social.
En la conformación del sentido que nos da lugar en el mundo, se mezclan de manera azarosa la esperanza, las luchas sociales y la construcción de utopías como modos de resistir lo incomprensible; particularmente las lógicas de destrucción y desaparición de las expresiones consideradas como indeseables o incomodas.
Ya Laplantine y Deroche apuntaban el significativo e importante papel que juega el dispositivo esperanzador, para reactivar utopías, imaginar formas de resistencia y elaborar lucha social, toca en todo caso discutir, desde aquellas en las que participamos, los efectos y alcances que tienen en la vida personal y colectiva, al grado de integrar la autocrítica y proyectar la critica hacia las lógicas que pervierten la posibilidad de producir vida.
En el país entero, coexisten utopías, luchas sociales y esperanzas diversas, en ellas militan y operan miles de connacionales con afanes de transformación. Pugnan por multiplicar su militancia, despliegan un imaginario que anticipa mundos distintos a los que hoy nos tocan habitar, insisten en confrontar a quienes consideran adversarios, califican, atribuyen, suponen e imponen lecturas que no necesariamente corresponden a lo se práctica cotidianamente por quienes apenas y pueden enunciar modos comprensivos de lo que les acontece en su espacio de sobrevivencia.
Los modos en los que se reconfigura la existencia cuando se tiene en el horizonte una lucha social por librar, una utopía por impulsar y la esperanza como recurso para decidir actuar con la idea de transformar, se inscriben en una compleja red simbólica que se moviliza en espacios culturales y que adquiere forma en los significados dados a lugares, personajes, acontecimientos y sentidos de actuación. En consecuencia nos toca, no solo dar cuenta de estos asuntos en su condición formativa, sino en su dimensión transformadora desde espacios reflexivos que permitan la emergencia de formaciones que nos coloquen en condiciones de escuchar, dialogar y decidir a favor de la vida.
Por ello proponemos pensar la dimensión de “lucha social” desde dos referentes de interés; la utopía y la esperanza. No porque de ahí se deriven todos los elementos comprensivos mediante una operación de reducción comprensiva, sino porque en ellos se anclan no pocas determinantes que dan cuenta de los modos de actuación de grupos sociales. Para el caso particular del estado de Chiapas, diversos grupos organizados suscriben proyectos utópicos, al parecer disímbolos, que se entremezclan en un territorio compartido que arroja resultados sociales que hacen pensar como imposible su convivencia pacífica, instalados en los imaginarios colectivos desde tiempos inmemorables es posible considerarlos desde sus referentes histórico sociales. Así que se busca no omitir elementos que pudieran abonar a la comprensión de cada uno de estos proyectos, pese a las distancias y diferendos que aparecen en el terreno práctico-utilitario de la vida, insistimos en que las vías de la escucha y el diálogo todavía tienen valor en el encuentro y desencuentro de posibilidades de transformación y renovación de los modos sociales de existir.
¿Cuántas utopías, esperanzas y luchas se juegan en el campo social? ¿Cuántos de los actores son productores de ellas? ¿Cómo se combaten, acuerdan, conviven y coexisten para dar paso a lo que nominalmente nombramos como expresión social?
Se trata en todo caso de un encuentro de discursos que buscan interlocutores que no califiquen, sino que se permitan el intercambio, la escucha, el acuerdo y el desacuerdo en un ánimo comprensivo que de lugar a lo posible, como horizonte de llegada y como actor regenerador-

                                              cañon del sur      

Objetivos:
• Generar un espacio de dialogo-análisis donde se expresen diversas utopías que están en la búsqueda de cambiar el estado de cosas, tal como hoy se vive en el escenario social.
• Acercar distintos marcos esperanzadores-utópicos para dar lugar al diálogo y la confrontación de ideas y proyectos.
• Concentrar un conjunto de trabajos que den cuenta del estado en el que se encuentra la proyección de las utopías en el terreno social.

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