miércoles, 31 de agosto de 2011

ALGO NUEVO ESTA PASANDO



El dinero no es respetado en ninguna parte, ni por los que lo tienen ni por los que carecen de él". Lo decía el comité invisible, un colectivo que firmó en el 2007 un texto importante, publicado en París, al que conviene volver ahora si se quiere entender alguna cosa de los recientes disturbios en Inglaterra. Su título traducido: La insurrección que llega (Melusina). El libro apareció tras el incendio social en las banlieues en otoño del 2005, y anunciaba el tono de lo de ahora: en Grecia, Egipto, España, Israel, Reino Unido... No se trata en absoluto de reducir a un denominador común realidades complejas que tienen su particularidad propia. Pero algo nuevo está pasando por ahí.


 Es difícil acometer el análisis objetivo de las revueltas actuales si no es con una cierta distancia temporal que permita, con todos los matices diferenciales y geopolíticos que sean necesarios, ubicarlas en el contexto de un nuevo ciclo de protestas globales. Y, para ello, no está de más recordar el ciclo que precedió a los conflictos actuales: el que va de Seattle a Génova. Se inauguró en otoño de 1999 en Seattle, contra la Organización Mundial del Comercio, y empezó a extinguirse en el 2001 en Génova (con la muerte por tiros de la policía del activista Carlo Giuliani) y Barcelona (con la cancelación de la cumbre del Banco Mundial). El ciclo de la alterglobalización estuvo marcado por una cierta ambición utopista y por la reapertura de ciertos horizontes de transformación social. Su lema, "Otro mundo es posible", podría resumir bien el espíritu crítico de hace una década: pensar la alternativa a un sistema manifiestamente injusto. Algunas de sus propuestas siguen todavía en saco roto: la tasa Tobin para transacciones financieras globales; la supeditación de las estrategias económicas multinacionales al control político democrático; el establecimiento del índice de desarrollo humano (IDH) frente al PIB como indicador del estado de una colectividad...


El fracaso de aquel ciclo ha dado lugar, una década después, a este otro. Más violento en ocasiones y sin duda menos dialogal; más, podría decirse, de acción directa, debido a la desconfianza en las alternativas generadas por el sistema. O dicho con brocha gorda, y disculpen: más modelo 
intifada que Woodstock. Pues la indignación generalizada y global es expresión de un malestar, ya insoportable, frente a las desigualdades. Pero muchos han empezado a actuar fuera de lo previsto dentro de los cauces establecidos, como si se tratara de una impugnación radical: por ahí está, tal vez, la novedad. No son nihilistas ni tampoco salvajes, como cierta prensa inglesa ha generalizado con un adjetivo infame, feral. "El problema –como ha escrito David Harvey– es que vivimos en una sociedad donde el capitalismo se ha convertido en desenfrenadamente salvaje". Y añadía: "Esta es la nueva normalidad en la que vivimos. Esto es lo que la siguiente gran comisión de investigación debería abordar". Y Franco Berardi reconocía: "La generación precaria ha sido expropiada de todo, también de su futuro". Esto es lo que hay. Se les puede echar encima toda la policía del mundo. Pero eso, y más vale que se sepa cuanto antes, no sirve de nada.     Xavier Antich

No hay comentarios:

Publicar un comentario