Esta mañana fuí a desayunar a un café que nunca había visitado…
Me senté a una mesa floreada con mi café con leche y mi “croissant”. Luego de instalarme, saqué de mi mochila una pila de hojas de papel y mi pluma, y comencé a escribir. Minutos después, entre dos párrafos, levanté la vista y noté que los dos hombres que estaban frente a mí me estaban observando.
Me pregunté el porqué de esas miradas extrañas… Al mismo tiempo, al verlos a todos tan conectados, imaginé que les sorprendía que sea la única persona sin computadora y, en particular, escribiendo con una lapicera de pluma sobre una simple hoja… Como decía ayer, algunas veces me siento un dinosaurio.
En realidad, yo los observaba a ellos con la misma curiosidad, mientras redactaba mis impresiones. Primero, me preguntaba por qué estaban todos sentados de un solo lado del café: la respuesta la tuve al ver que los enchufes estaban todos instalados sobre esa pared.
Me encontré siendo testigo de una escena deprimente de nuestra vida moderna. Las seis personas se la pasaron todo el tiempo así, comieron, tomaron, siempre concentradas en las malditas pantallas. Como no sabiendo qué hacer en un día libre y sin poder disfrutar del lugar, de la música o de la propia comida.
La monótona escena se interrumpió al pasar un joven muy buen mozo, pero también muy fuera de sí, que golpeaba el ventanal y saludaba a una chica algo punk que lo ignoró por completo. Su acompañante, algo más bizarro que la chica punk, al llegar la moza a la mesa y preguntarle si todo estaba bien, le respondió “mi papa frita está rota, así que quiero que me devuelvan ocho dólares”. “Especial, este lugar”, pensé y sonreí…
Volviendo mi atención a la fila de “enchufados” y a mi escritura, mis pensamientos pasaron a la falta de romanticismo y de pasión que se vive. Pensaba en la soledad de la mayoría y en las publicidades de San Valentín que había visto en las últimas semanas y en lo que muchos (muchas…) esperan de esta fecha patética. Se fomenta el consumo de cualquier cosa, lugar y evento como “regalo perfecto de San Valentín”. Una fecha que se a vuelto más comercial y sexual que romántica. La vulgarización del romanticismo.
La pasión y el romanticismo se han desfigurado, ya casi no existen, diría. Pasión y romanticismo sin cartas escritas de puño y letra? Sin esa espera ansiosa? Sin recuerdos para guardar? Sin sufrimiento? Se habla de pasión al referirnos de algo que hacemos compulsivamente. Eso no es pasión, es adicción, es consumismo…
Y así estamos, virtuales. Nos mandamos un email, una tarjeta electrónica, un saludo por Facebook, y, muchas veces, ni nos tomamos el tiempo de escribirlo con ganas, ni siquiera de personalizarlo. Reenviamos imágenes que encontramos, agregamos frases hechas y presionamos una tecla. Ya está, cumplimos!
Y así estamos, virtuales. Cafés cada vez más poblados de gente que comparte su soledad, enchufados como presos a una pared. Computadoras, teléfonos inteligentes y otros juguetes electrónicos. Tenemos toda la tecnología a nuestra disposición, estamos todos conectados, pero estamos cada vez más alejados. Tenemos teléfonos inteligentes, pero no llamamos a nadie: texteamos. Hasta nos peleamos por texto!
Preservemos las cartas, las tarjetas, las flores, los besos, los abrazos, las conversaciones, las llamadas, los libros en nuestras manos, las fotos impresas en nuestros hogares, el diario en la mesa del café… Preservemos, sobre todo, la humanidad y el romanticismo… ♥
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(Foto y texto: Propiedad de Graciela Piccardi)
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