Un mes minimizando el desastre
La industria atómica y buena parte de las autoridades se han esforzado en señalar las diferencias entre la situación de Fukushima y la que se vivió en Chernóbil, ahora equiparadas en gravedad VER
Chernóbil. El nombre de una ciudad ucraniana se ha convertido en un concepto clave en la batalla dialéctica que en el último mes han librado antinucleares y pronucleares, también las autoridades y los científicos. No hay dos accidentes nucleares iguales, pero desde que un terremoto tumbara la estabilidad de la central nuclear de Fukushima la referencia en el debate público es si la catástrofe de 1986 y la de 2011 son comparables. Ayer, alelevar la calificación del accidente japonés a nivel 7, el del ucraniano, las autoridades japonesas admitieron que la gravedad, al menos desde el plano técnico, sí es comparable.
"Fukushima no es Chernóbil" es una de las frases más enunciadas en los últimos 30 días, por parte de la industria atómica, expertos y autoridades, como el propio primer ministro japonés, Naoto Kan. Uno de los primeros en negar esas similitudes fue el presidente del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el nipón Yukiya Amano, en su primera comparecencia tras desatarse la crisis japonesa (el 14 de marzo): "Es muy poco probable que se convierta en algo como Chernóbil".
La agencia nipona ha tardado 30 días en catalogar el caso como nivel 7
Ayer, tras declararse el nivel 7, el portavoz de turno del organismo internacional quiso alejar más aún Japón de Ucrania. "Los accidentes son totalmente distintos; las mecánicas son completamente diferentes", dijo el subdirector de Seguridad Nuclear, Denis Flory.
En el relato de lo que se ha dicho estos días destacan dos organismos que rompían el discurso de la industria nuclear, Japón y el OIEA. Las agencias de seguridad nuclear de Francia (ASN) y de EEUU (NRC) pusieron muchos peros a las decisiones tomadas por las autoridades.
Críticas francesas
Al principio hubo un aluvión de declaraciones que negaban el caos
El día 15, el presidente del ASN, André-Claude Lacoste, se mostró convencido de que el incidente propiciado por el tsunami ya era peor que el de Three Mile Island calificado con un nivel 5 de peligrosidad y merecía al menos un 6. "No se sabe hasta qué punto el sistema de contención está dañado -dijo Lacoste-, pero ya no es estanco". Es decir, el riesgo de emisión descontrolada de materiales radiactivos al exterior era cierto. Mientras tanto, la agencia japonesa (NISA) mantenía la gravedad del accidente en un nivel 4. NISA no elevó su catalogación al 5 hasta el día 18.
En España, las críticas del colectivo ecologista se concentran esencialmente en el Foro Nuclear, la asociación que representa los intereses de la industria atómica española. Su presidenta, María Teresa Domínguez, dio una rueda de prensa el 14 de marzo, tras un primer fin de semana de confusión.
El Foro Nuclear es objeto de la mayoría de las críticas en España
"Después de ver las imágenes de la catástrofe en Japón, poder decir que todas las centrales nucleares han parado, están intactas, soportaron el terremoto y no se ha producido un impacto al exterior... Yo creo que todo eso da un mensaje positivo que refuerza a la energía nuclear", aventuró Domínguez ante una sala abarrotada de periodistas, a los que dijo: "El tiempo va a nuestro favor". En ese momento, ya se habían producido dos explosiones de hidrógeno en los reactores de Fukushima. Ese lunes se estaba produciendo una gran paradoja: cuanto menos se sabía, más firmes eran las afirmaciones de unos y otros. Fue un día clave para encauzar el tsunami de la opinión pública.
Falta de transparencia
"La industria se ha empeñado en vender que estaba todo controlado desde el día 12, cuando aún no se sabía nada", lamenta el responsable de la campaña nuclear de Ecologistas en Acción,Francisco Castejón. Este físico nuclear, que se atreve a denunciar que muchos académicos que opinaron estos días viven de la industria, critica la labor de autoridades nacionales e internacionales. "Por ejemplo, tardaron mucho en decirnos que habían encontrado plutonio o que había una piscina única para conservar todo el combustible gastado", asegura.
Castejón sobre todo lamenta "el discurso del lobby" ahora que se ha demostrado el peligro: "Que no nos digan más veces que van a tomar medidas y que van a aprender de los errores", reclama.
Otro de los ecologistas que lleva un mes en la batalla antinuclear es Carlos Bravo, de Greenpeace, que ahora recuerda a sus rivales dialécticos: "No sé dónde están todos esos que decían que esto acabaría en nada, que nunca sería como Chernóbil. No han vuelto a aparecer", critica Bravo.
El radiobiólogo Eduard Rodríguez Farré pone en entredicho el papel de las autoridades internacionales: "No olvidemos que el OIEA no es un organismo de protección, es de fomento del uso pacífico de la energía atómica". Este investigador del CSIC, presidente de Científicos por el Medio Ambiente, se atrevió a decir, el 15 de marzo, que Fukushima "es un Chernóbil a cámara lenta". Recibió innumerables críticas, lo mismo que le sucedió al comisario europeo de Energía, Günther Oettinger, cuando habló de escenario "apocalíptico" en Japón.
Rodríguez Farré considera que estas semanas se han seguido los mismos pasos que tras todos los accidentes nucleares: "Primero se minimiza la importancia, y luego aparecen ingenieros y físicos a pontificar sobre el impacto en la salud de la radiación, cuando no es su campo de conocimiento", critica.
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