lunes, 18 de abril de 2011

EN QUE PASAMOS EL TIEMPO DE NUESTRAS VIDAS (CURIOSO)

¿Cuánto tiempo de nuestra vida pasamos…

Por Elena García de Guinea. El tiempo es oro, nadie lo duda. Aún más, es la dimensión específica que dicta el ritmo de nuestras existencias. Instante a instante, minuto a minuto, hora tras hora… Inexorablemente, las agujas del reloj van marcando su transcurso. Se nos gasta, por eso es tan precioso. Alguna batalla ya le hemos ganado, nuestra esperanza de vida se ha duplicado en este último siglo, pero él aún tiene la victoria final: sigue siendo limitado.
Y mientras avanza, lo consumimos con desigual frecuencia en mil y una actividades que, si calculáramos el intervalo que nos lleva cada una en el cómputo total de la vida, más de uno se sorprendería. En esas tareas breves e indispensables, en las que consumimos sólo unos pocos minutos pero repetimos a diario, se nos va al final una gran cantidad de tiempo: a cepillarnos los dientes, por ejemplo, dedicamos ¡un trimestre de nuestra existencia! Unos cuantos días más, hasta 106 jornadas, invierte el organismo en función tan esencial como hacer pis.
Pero si la mayoría de estas ocupaciones se nos pasan inadvertidas, hay otras en las que empleamos un buen pedazo de nuestra vida y que, al resultarnos pesadas o poco gratas, las consumimos mirando lo lento que se mueve a veces el minutero.
¿Cuántas colas aguardamos, por ejemplo? A esperar turno en la fila del mercado o del autobús destinamos casi 2 años, ¡500 días! En rellenar formularios, se sacrifican 305 soporíferas jornadas. Por no hablar de los casi 10 años de media que estamos ocupados en trabajar, lo que supone aproximadamente una séptima parte de nuestra vida consagrada a la jornada laboral.
 Tabla de tiempos

Estar de pie
30 años
Dormir
23 años
Estar sentado
17 años
Caminar
16 años
Trabajar
8-9 años
Comer
6-7 años
Soñar
4 años
Transporte urbano
3 años
Ver televisión
5 años + 303 días
Hablar y escuchar
2 años
Reír
1 año + 258 días
Cocinar
1 año + 195 días
Estar resfriado
1 año + 135 días
Cortejar y ser cortejado
1 año + 139 días
Correr
1 año + 75 días
Estar enfermo
1 año + 55 días
Ir a la escuela
1 año + 40 días
Festejar
1 año + 10 días
Guardar colas
500 días
Rellenar formularios
305 días
Leer
250 días
Telefonear
180 días
Vestirse (hombre)
177 días
Vestirse (mujer)
531 días
Hacer la compra
140 días
Afeitarse
140 días
Lavarse (hombre)
117 días
Lavarse (mujer)
2 años
Hacer el amor
110 días
Peinarse
108 días
Hacer pis
106 días
Cepillarse los dientes
92 días
Depilarse (mujer)
72 días
Defecar
53 días
Llorar
50 días
Saludar
8 días
Rellenar impresos fiscales
3- 6 días
Consultar el reloj
3 días

Mucho tiempo ocupados, pero muy poco divertidos

Si analizamos esta tabla de tiempos, es triste pensar que, frente a los 3 años que gastamos en transporte o el año y 195 días que empleamos en quehaceres como cocinar, los periodos que se otorgan a aquello que nos divierte o resulta placentero se quedan en una insignificancia.
Para disfrutar de la lectura sólo contabilizamos una media de 250 días; con aún más breve lapso, 110 días, contamos en la vida para hacer el amor.
Nos resta el consuelo de que, si el tiempo es oro, también es relativo, y su percepción ha variado en su transcurso. En épocas pasadas en las que la existencia estaba marcada por la naturaleza, se tenía una noción cíclica del tiempo. Según Alvin Toffler en su libro La tercera ola, no existían unidades temporales fijas –horas, años– sino la conciencia de fragmentos indefinidos que equivalían al intervalo necesario para realizar cierta tarea (ordeñar una vaca, recoger una cosecha…)

Si a un niño le sobran, a un anciano le faltan horas

En Madagascar, la unidad de tiempo aceptada hoy es una cocción de arroz, lo que evidencia que la presunción de temporalidad tampoco es igual en todas las culturas, ni siquiera dentro de una misma sociedad actual, donde existen grandes diferencias entre cómo la percibe el que vive en el campo y el que sufre las horas punta de la gran ciudad.
Pero el tiempo es tan relativo que se hace elástico, encogiéndose y dilatándose con la edad, por ejemplo.
Y esa relatividad es tan patente que, según gustos, se perciben de forma distinta lapsos iguales –si entregar 23 años de la vida al sueño es para unos un bien necesario, para otros es un despilfarro– y marca diferencias en el modo en que consumen el tiempo ambos sexos: mientras la mujer invierte 2 años en lavarse, el hombre no ocupa más de 117 días en la tarea; mientras a ellos les bastan 177 días para vestirse, ella dedica 1 año más (531 días).
Aún así, a pesar de que el tiempo sea relativo y ya que indudablemente nos resulta tan sagrado, es un alivio pensar que en llorar sólo malgastamos 50 días de la existencia, una doceava parte de lo que invertimos en reír.

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