J. V. Aleixandre
Como sostienen algunos, el nombre hace las cosas, apresurémonos a revisar el diccionario futbolístico porque en el juego actual hay nuevas tareas y funciones que todavía están por bautizar, mientras que otros desempeños clásicos se han quedado con una denominación, o anticuada o que, sencillamente, no se corresponde con la realidad.
Es el caso de los interiores „dorsales ocho y diez en la antigua numeración, cuando ésta servía para determinar la demarcación de cada futbolista sobre el césped y no para identificarlo de por vida„. Estos dos jugadores se desenvolvían, arriba y abajo, desde del centro del campo hasta el ataque, por los respectivos pasillos que transcurren paralelos a la banda „la zona de los extremos„ creando juego y arropando al delantero centro. Hasta que, mediados los 70, el Ajax y la Naranja Mecánica holandesa, de la mano del revolucionario Rius Miches, rompieran con los cánones clásicos e implantaran el fútbol total, el interior derecho u ocho solía ser un fino estilista que penetraba en el área a base de quiebros, regates y otros admirables malabarismos técnicos; por la zona opuesta, el diez o interior zurdo era el cerebro del equipo, el organizador que dirigía la orquesta y marcaba el ritmo. Ambos lanzaban a los extremos de sus respectivas bandas „que actuaban más abiertos, casi pegados a la linea de cal„ y también les apoyaban en sus internadas. De este modo, se formaban duetos célebres, como Epi y Amadeo en la mítica Delantera Eléctrica del Valencia; Puskas y Gento en el legendario Madrid de Di Stefano, o Moreno y Manchón en aquel Barça al que cantó Serrat.
Ahora no. Ahora, a los extremos se ha venido en llamarles interiores y son los laterales los que asumen la función de aquéllos. Eso obligó, ya en la década de los 80, a inventarse una nueva denominación: el carrilero, defensa que subía y bajaba por la banda, cuyo primer prototipo español fue el bético Rafael Gordillo, un portento en tales menesteres. Pero esa polivalencia de funciones „lateral, extremo, interior„ en ambos costados del campo, induce a confusión, no sólo terminológica, sino también táctica. De modo que a veces, algunos críticos conversos a la fe futbolera, desde el arte, la ciencia o la filosofía, se lían con los términos y los conceptos y, por ejemplo, al interior le exigen que baje a defender como un lateral; y a éste que ataque con la capacitación de aquél. O sea, una confusión semántica que se traduce en el correspondiente caos mental y estratégico.
Ya no digamos nada del bautizado como falso nueve, que tanta controversia viene provocando en los últimos tiempos, sobre todo si, como suele ocurrir, la aplicación de este concepto, acarrea la suplencia de Fernando Torres. Entonces, la polémica traspasa los fronteras meramente etimológicas y se convierte, casi, en una cuestión de Estado.
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