domingo, 12 de octubre de 2014

El boicot a Israel en el mundo del fútbol

Hace poco más de una semana, la UEFA anunciaba las sedes para la Eurocopa 2020. Entre las 13 ciudades que se repartirán el torneo finalmente no estará Jerusalén. En las semanas anteriores a la elección, grupos de solidaridad con el pueblo palestino habían instado a Michel Platini a escuchar sus demandas para que Israel no acogiera ningún partido de la Eurocopa 2020. Finalmente vencieron.

Fondo norte de San Mamés en un Athletic-Hapoel Kiryat en septiembre de 2012
Las demandas a la UEFA por este asunto se enmarcan en la campaña internacional de BDS (Boicot, desinversiones, sanciones) a Israel. Esta iniciativa nació en el año 2004 entre las organizaciones de la sociedad civil palestina y rápidamente se extendió a todo el mundo. El boicot al estado de Israel no es sólo económico, también es académico, cultural, político y, por supuesto, deportivo. El boicot como herramienta política ya se utilizó contra el apartheid sudafricano y, en especial, en el que era el deporte de los blancos de ese país: el rugby. Cada vez que la selección nacional de Sudáfrica, los Springboks, viajaban al extranjero eran recibidos por manifestaciones, pancartas y protestas contra el apartheid. En 1981 llegaron incluso a ser “bombardeados” con harina en pleno partido en Nueva Zelanda. Cuenta John Carlin en El factor humano que esos actos tuvieron una importancia fundamental para que algunos jugadores sudafricanos, pertenecientes a esa clase media que no se mete en política pero sostiene un régimen gracias a su inacción, tomaran conciencia de lo que realmente pasaba en su país.
Los motivos para promover el Boicot deportivo a Israel tienen que ver con la ocupación y el hostigamiento de la población palestina aunque hay quienes son partidarios de separar el fútbol de todo esto. Sin embargo, parece difícil del comprender, en primer lugar, que un estado asiático, como es Israel, pertenezca a la UEFA. Máxime cuando el fútbol y los futbolistas han sido víctimas de sus ataques contra la población civil palestina. El último de ellos, Mohamed Al-Qatari, asesinado en agosto de este año cuando regresaba de una protesta contra el bombardeo de Gaza cerca de Ramallah. También cerca de Ramallah fue asesinado el futbolista Saji Darwish, de 18 años, por un francotirador israelí. O el caso más conocido de Mahmoud Sarsak, que llegó a jugar en dos ocasiones con la selección nacional de fútbol palestina antes de pasar tres años en una prisión israelí sin juicio y sin cargos. Sarsak pudo ser liberado después de una campaña en la que se involucraron futbolistas como Frédérick Kanouté, Eric Cantona o Lillian Thuram y de pasar tres meses en huelga de hambre dentro de la cárcel. También a la selección palestina pertenecían los primos Adam Abd-Al Raouf Halabiya y Johar Halabiyeh, que recibieron tres y once disparos respectivamente cuando volvían de entrenar por encender un cigarro, que los soldados israelíes pensaron que era una bomba. Tras su arresto y posterior aislamiento, los dos primos consiguieron por mediación de la federación palestina un permiso para ser tratados en Jordania. Cuando regresaban de allí, fueron arrestados y hoy permanecen a la espera de juicio bajo detención administrativa.
Pero no sólo el asesinato o el arresto de futbolistas amenazan al fútbol palestino. La destrucción de infraestructuras (como el Estadio de Gaza en 2012), la limitación a la libertad de movimientos de los jugadores (especialmente de aquellos que viven en la Franja de Gaza), la prohibición de entrada a miembros de otras selecciones por parte del ejército israelí a los territorio ocupados o las trabas administrativas, hacen que jugar al fútbol se haya convertido para los palestinos en otra de esas odiseas cotidianas.
A pesar de la victoria que supuso la no elección de Jerusalén para la Eurocopa 2020, los equipos israelíes siguen jugando competiciones europeas con total normalidad. Esta normalidad es la que pretende romper la campaña BDS; que un estado cuyo desarrollo sólo se entiende a través de la ocupación, la limpieza étnica y la opresión de un pueblo, se presente ante el mundo como un estado más. Otro duro golpe para la campaña de BDS deportivo fue la celebración en Israel de la Eurocopa de fútbol sub-21 en el año 2013.
Frédérick Kanouté y la causa palestina
La campaña de BDS pretende involucrar a aficionados, clubes y jugadores. Una de las voces más comprometidas con el pueblo palestino en el mundo del fútbol es la del malí Frédérick Kanouté. El exsevillista, aparte de implicarse activamente en la campaña por la liberación de Sarsak es conocido porque en enero de 2009 celebró un gol contra el Deportivo de la La Coruña mostrando una camiseta interior en la que podía leerse “Palestina” en varios idiomas. Este gesto le costó una tarjeta amarilla y una multa de 3.000 euros, que jamás se arrepintió de pagar. En aquellos días Gaza sufría uno de los castigos colectivos más duros que se recuerdan con la operación Plomo Fundido. Kanouté también firmó, junto a Eden Hazard y Didier Drogba entre otros, un manifiesto en el que se pedía la UEFA que la Eurocopa sub-21 no se jugara en Israel. Este manifiesto resumía muy bien un punto importante de la campaña del boicot deportivo: “Que Israel se encargue de celebrar el Campeonato de Europa Sub-21 de la UEFA en estas circunstancias será visto como una recompensa a esas acciones que son contrarias a los valores deportivos.”

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