viernes, 21 de febrero de 2014

LAS DOS UCRANIAS, RUSIA Y EUROPA

Han pasado más de 22 años desde que la Unión Soviética explotó en pedazos, pero aquel cataclismo aún revela su alarmante capacidad de generación de conflictos. Como en tantos otros giros trascendentales de la historia, los tres dirigentes –un ruso, un ucraniano y un bielorruso- que decidieron la ruptura en 15 pedazos del imperio comunista no previeron los riesgos que ocasionaría el diseño del nuevo mapa. Sin embargo, después de varias guerras y miles de muertos desde Asia Central al Cáucaso o Moldavia, el estallido de violencia en Ucrania muestra que hay heridas abiertas, incluso allá donde los tres grandes países eslavos reconocen una herencia común que se remonta a la Rus de Kiev de finales del siglo IX.

Desde que opositores de distinto signo comenzaron el 21 de noviembre a plantar cara al presidente Víctor Yanukóvich para evitar que se volviese atrás del plan de suscribir un acuerdo de asociación con la Unión Europea, la evolución de los acontecimientos ha mostrado que había mucho más en juego que eso y que, en realidad, la protesta de Euromaidan era también el reflejo del enfrentamiento siempre latente entre dos Ucranias definidas por historia, geografía, idioma y religión.
Una de estas dos Ucranias se asienta en el Este y el Sur del país, en zonas colonizadas desde los tiempos de Catalina la Grande, con fértiles tierras agrícolas y un imponente entramado industrial hoy de capa caída. Es rusófila por lengua, tradición e intereses, y tiene en Crimea, sede de la flota rusa del mar Negro, un feudo, con una población que en su inmensa mayoría se considera rusa que, si se viese forzada a elegir preferiría formar parte de Rusia antes que de Ucrania. Probablemente sería casus belli, pero no conviene olvidar que la península fue un regalo que Nikita Jruschov hizo en su día a su Ucrania natal, y que así siguió cuando la URSS se partió en 15 pedazos.
La otra Ucrania se siente centroeuropea y recela de Moscú, cuyo dominio fue breve e insuficiente para cambiar la mentalidad de sus habitantes, entre los que hay una mínima presencia de colonización rusa. Se asienta sobre todo en el Oeste, en la región de Galitzia colindante con Polonia, tiene un pasado más polaco y austro-húngaro que ruso o soviético, y una hermosa capital, Lviv (Lvov, en ruso, Lemberg en alemán), cuya morfología y arquitectura la convierte en la ciudad menos rusa y más europea de toda Ucrania, y quizás de todo el antiguo imperio zarista o soviético. Tras la independencia, en 1991, el partido comunista nunca obtuvo allí más del 5% de los votos. Hablar ruso en Lviv no está bien visto y puede suscitar rechazo. Huelga decir que se trata de la región más furibundamente nacionalista ucrania de todo el país, y que allí ha encontrado un enorme eco la protesta contra el rusófilo Yanukóvich, que ni siquiera hablaba bien ucraniano cuando llegó al poder.
Ucrania significa literalmente frontera, solo que aparte de serlo entre Europa y Rusia (aunque también Rusia sea Europa), contiene otra frontera interior, la que se deduce de la existencia de sus dos comunidades, pero mucho más compleja, porque los límites no siempre están definidos con claridad y alcanzan en Kíev –como en Bruselas en el caso de Bélgica– el punto crítico en que ambas realidades se entrecruzan de manera más visible. Eso –aparte de otros muchos motivos– hace inviable incluso la hipótesis extrema de una división pacífica del país.
Las dos Ucranias podrían convivir –o al menos coexistir- si sus ineptos dirigentes, los actuales y los anteriores, tuvieran sentido de Estado, si no se dejasen dominar por el odio al enemigo político o por la tentación de caer en una escandalosa y generalizada corrupción que impregna todo el aparato económico y político. Si más que por su propio beneficio velasen por que la población, altamente cualificada e instruida, tuviese un nivel de vida acorde con el potencial industrial y agrícola del país, si éste no estuviese en la ruina. Si gobernantes y opositores cumpliesen con su deber, la calle no sería un campo de batalla, ni se estaría al borde de la guerra civil.

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