martes, 28 de enero de 2014

JAQUE A MERKEL Y SUS MUÑECOS



Fernando Arias | novelista
Frente a la idea inicial de una Europa igualitaria, cuando la UE concretó sus objetivos en Maastricht, tanto democristianos como socialdemócratas habían apostado ya por un capitalismo duro, con un norte dominante y un sur domesticado.

El humorístico estrangulamiento del ministro De Guindos por quien fue presidente de Luxemburgo y del Eurogrupo, Jean Claude Juncker, plasmó una involuntaria metáfora: «Dios aprieta, pero no ahoga». Y es que, como señaló recientemente el politólogo Sami Naïr en la Universitat de València, frente a la idea inicial de una Europa igualitaria, cuando la UE concretó sus objetivos (meramente económicos) en Maastricht, tanto democristianos como socialdemócratas habían apostado ya por un capitalismo duro, con un norte dominante y un sur domesticado. Situación a la que contribuyeron una transición democrática española condicionada, que había de sortear el golpismo, y el hecho de que los hijos de emprendedores italianos, en vez de promover riqueza, vendieran sus patentes y empresas, o, tras torpes contratos con China, vieran sus innovaciones copiadas al bajo coste que permiten los regímenes autoritarios.
Paralelamente a nuestra burbuja bancario-inmobiliaria, auspiciada en buena medida por anglosajones y centroeuropeos, en lugar de introducir una serpiente justiciera en los paraísos fiscales, la legislación de la UE favoreció el trasvase de fortunas de los sureños al centro continental con el pretexto de una mayor seguridad. Lo que, con las deslocalizaciones, nos descapitalizó, fomentó el paro y los contratos basura, y, al reducirse las aportaciones a nuestra emergente investigación tecnológico-universitaria, desfavorecida a su vez en España por la apuesta del PP por la universidad privada, supuso una doble carambola para los merkelianos. Por un lado, se primaba la fuga de cerebros, costeada por las universidades sureuropeas. Por otro, las inmigraciones masivas, que se podrían haber paliado con una cooperación que «en vez de comprar pescado barato, enseñase a pescar» en los países desfavorecidos, contribuían a la política neoliberal: abarataba los salarios a los continentales frente a la competencia inducida de quienes llegan dispuestos a trabajar sin contrato, en negro o con miserables pagas. Y, por añadidura, esa competencia calculada, la xenofobia y la inseguridad social inducida, facilitaban el diseño de unas leyes restrictivas para quienes se niegan a ser marionetas del poder financiero..
Dentro de esas estrategias angélico-luzbélicas, la propia cancillera o sus socios tiran ocasionalmente de la oreja al muñeco Rajoy, para quedar bien con sus votantes directos, pero luego le proponen unos recortes ya impracticables, para que diga no y su partido, homólogo al de frau Merkel, remonte la fuga de votos. Sin embargo, hay una alternativa, similar a la del frente amplio que acabó en Uruguay con la viciada alternancia de Blancos y Colorados. Y esa alternativa, en España, pasa por la imprescindible re-vertebración de las asociaciones de vecinos, decisivas en nuestra predemocracia,y llamadas a unir a los pensionistas, los parados y una juventud preparada para asumir el reto de dejar de ser empobrecidos títeres y adueñarse de su propio destino.

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