miércoles, 8 de enero de 2014

DE AQUI A NADA, TODOS BURGUESES


                                             

Ánxel Vence

08.01.2014 | 05:30
Aunque los efectos temporales de la crisis puedan sugerir otra cosa en España, lo cierto es que el mundo en general vive cada vez mejor y se está aburguesando a marchas forzadas. De aquí al año 2030 „pasado mañana como quien dice„ el número de miembros de la clase media en el planeta crecerá por encima de los 2000 millones de personas, según los cálculos coincidentes del Worldwacht Institute y del National Intelligence Council de los Estados Unidos. A este paso, los pobres constituirán una rareza antes de que termine el siglo. Dicho de otra manera, la sociedad de consumo contra la que clamaba en los años setenta el profeta Herbert Marcuse va camino de generalizarse gracias al crecimiento de los países emergentes y, muy en especial, de la pobladísima China.
Atrás, si bien recientes, quedan aquellos tiempos en los que los niños del Domund recaudaban aquí donativos para las misiones en una hucha con forma de cabeza de chinito. Ahora son los chinos quienes fabrican las huchas, la ropa y casi todo lo que se consume en Occidente, además de abrir bancos, comprar empresas e incluso echarle una mano a la atribulada España con la adquisición de una parte de su deuda a modo de limosna.
Nada más lógico. China lleva ya más de un cuarto de siglo engordando su riqueza a ritmos de hasta el diez por ciento anual en el crecimiento del PIB. Se trata de una súbita prosperidad derivada de la conversión de los herederos de Mao Tse Tung a la fe del libre mercado que, a no muy largo plazo, facilitará a los chinos el acceso a los bienes y servicios habituales en los países de mayor desarrollo.
Dado que los chinos son más de 1300 millones „y creciendo„ resulta fácil deducir que la mayoría de los nuevos ciudadanos del mundo en ascenso a la clase media pertenecerán a ese enorme y por tantos conceptos formidable país. A ellos habría que añadir los millones de pequeños (o grandes) burgueses que está alumbrando el progreso económico en la India, Brasil, Rusia, México y por ahí.
Tal perspectiva no puede ser más confortadora, aunque siempre haya cascarrabias que le pongan peros al asunto. Temen, por ejemplo, los sociólogos del Worldwacht Institute que el crecimiento de las clases medias dispare el consumo hasta acabar con los recursos existentes en este limitado planeta. Como en tiempos del ya olvidado Marcuse, los detractores de la «sociedad de consumo» vuelven a pintar un panorama de apocalipsis a medida que la riqueza de las naciones impulse a sus habitantes a dilapidar los bienes de la Tierra.
Infelizmente, el consumo que tanto preocupa a los ricos es, a la vez, un deseo muy extendido entre los pobres. Los adinerados siguen quejándose de las compras compulsivas que tanto estrés les provocan, particularmente en estas fechas; pero no es esa una inquietud que aflija a los desdichados que no paran de arribar a las riberas de Occidente en pateras y otros azarosos medios de transporte. Por alguna extraña razón, lo que reclaman es su derecho a sufrir los mismos problemas de obesidad y estrés que los europeos y norteamericanos. Puede que todo esto suene a chino en una España flagelada por la crisis y la forzosa caída del consumo; pero ya se sabe que no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. Malo será que de aquí a poco no vuelvan los españoles al pelotón de los gastadores del mundo. Lo dice el Worldwatch Institute y punto.
                                                           

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