lunes, 6 de enero de 2014

ELLOS SE LO MONTAN.

ORO, INCIENSO Y MIRRA

Beit Lehem, Belén, significa casa del pan o panadería en hebreo. Dicen que de allí proviene la estirpe del rey David y que allí nacerá también el Mesías Rey que liberará a Israel de la ocupación extranjera de una vez y para siempre. Por eso se inventaron que Jesús de Nazaret nació casualmente en Belén, con el pretexto de una matanza de críos que nunca sucedió en realidad.

La leyenda de los Magos de Oriente cobra fuerza en el cristianismo hacia el siglo V ó VI d.C. La primera de sus representaciones conocida es un mosaico en la iglesia de San Apolinar en Rávena, pero el evangelio de Mateo ya los mencionaba sin especificar cuántos eran ni cómo se llamaban. El expapa Benedicto XVI dijo que quizá los magos vinieron de Occidente, de tierra de tartesios a horcajadas de las Columnas de Hércules, pero que eso no implica que fueran ni tartesios ni andaluces.

Puede que la cosa fuera más simple. Puede que esos astrólogos u hombres sabios realmente vinieran de Oriente si es que vinieron más allá del mito. Y puede que en efecto los pintasen como sacerdotes zoroastras. Porque ningún aspecto del judaísmo puede entenderse fuera de su profundo nacionalismo que todo lo impregna. Pocas cosas hay tan arraigadas como la secular conciencia nacional judía.

En el Oriente cercano a Israel los más sabios de toda la vida eran los persas. El zoroastrismo o mazdeísmo se remonta al siglo VI a.C. y es una forma tradicional refinadísima en lo religioso exterior y en su fondo esotérico. Los zoroastras persas gozaban de algún respeto entre los judíos por esa causa. Pero también porque fueron quienes les liberaron de la esclavitud de Babilonia. En 537 a.C. los ejércitos de Ciro el persa llegaron, derrotaron a los babilonios y encontraron allí a los judíos cautivos. Ellos les dirían que no tenían nada que ver con todo aquello, se encontrarían ambos en el Dios Uno –quizá en vida de Zoroastro mismo– y Ciro les dejó volver a casa para reconstruir el Templo a cambio de un vasallaje en metálico. Ahora en pleno siglo I, argumentarían los fariseos seguidores de Jesús, quizá esos mismos persas se reconozcan en la talla espiritual de Israel por la figura de Jesús y se alíen con ellos para expulsar de una maldita vez a los ocupantes extranjeros. El imperio persa era el único en condiciones de enfrentarse a Roma.

Los primeros nombres que se adjudican a los magos de Oriente recuerdan algo a los actuales. En Siria, sin embargo, suenan irreconocibles. El mosaico de Rávena los pinta de una edad similar y los tres blancos. En las pinturas de la basílica de la Natividad de Belén, relativamente recientes ya, aparecen joven, maduro y anciano y de razas distintas. A los cristianos no les conciernen gran cosa las pretensiones nacionalistas judías y prefieren interpretar que los magos representan a la Humanidad entera, no importa el tiempo ni el lugar, rindiendo homenaje al Salvador.

Sin embargo, lo relevante de la historia no son los personajes ni su origen, sino los regalos simbólicos que traen, y de ahí el número tres y el dedicarle atención especial.

Mi mujer me había preparado un paquetito para la ocasión: un pendiente desparejado de nuestra hijita, una barrita de incienso y otra de mirra (en la foto, frente a la basílica del Portal de Belén). Debajo de la basílica está la cueva establo donde dicen que nació Jesús y el hueco de un metro cúbico donde María lo resguardaba.

Un sacerdote de la iglesia apostólica armenia me hace guardar turno. Primero, un grupo de peregrinos con aspecto indio que no acaban nunca de tomarse fotos. Después, otro grupo de eslavos que no paran de cantar –bastante bien, la verdad sea dicha– en plan coral mixta a tres o cuatro voces. Luego me toca a mi y dejo la ofrendas como corresponde: oro por Rey; incienso por Sacerdote; y mirra por Maestro o Profeta.

Así lo simbolizaron los sabios persas, los Reyes Magos. Las tres cualidades que Moisés, el mayor de los profetas, tardaría tres periodos de 40 años en realizar ya las posee un recién nacido desde el vientre de su madre, los atributos del Mesías.

Oro, la capacidad de control sobre los asuntos terrenales; Incienso, la completa aceptación y cumplimiento de la norma moral; Mirra, el estado del Hombre Realizado que "habla por boca de Dios" o "a través de quien Dios se expresa".
  

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