sábado, 21 de febrero de 2015

¡Contra la Europa del capital!

18feb 2015
(En En recuerdo a Ramón Fernández Durán, tan entusiasta, tan comprometido, tan lúcido…tan necesario)
¿Información? No, intoxicación. Syriza, Podemos, el cambio que amenaza los privilegios de una minoría que se creía invulnerable, que hacía y deshacía a su antojo, sin rendir cuentas. Pero ahora la situación es muy diferente, el cambio es posible, además de necesario (ya lo era hace mucho tiempo). Es mucho lo que está en juego y han decidido emplearse a fondo, utilizando toda la artillería mediática; anti sistemas, anti europeos, ignorantes, ingenuos, irresponsables… todo vale si, al final, algo queda en el sentir colectivo.
Y también están dispuestos a colocar contra las cuerdas al gobierno de Syriza, que es lo mismo que negar el pan y la sal a los orgullosos griegos que, en medio de una campaña plagada de amenazas lanzadas desde las muy democráticas instituciones comunitarias, han dado su confianza a un gobierno para el cambio, inaugurando un escenario político de ilusión y esperanza. Actuando de esta manera, Europa da la espalda a los que no pueden acceder a los medicamentos que precisan con urgencia, a los millones de personas que han perdido su empleo, a los que han visto sus sueldos caer en picado, a los que se han echado a la calle para mendigar, a los que dependen de la caridad para sobrevivir, a los pobres de solemnidad, a los que sufren y a los que han perdido casi todo.
El gobierno de Syriza viene con un mensaje, sólo uno: lo primero es la gente. Nada es más importante, nada es más urgente. Y por esa razón han puesto en marcha un plan de rescate ciudadano (de la mayoría social empobrecida, no de los bancos ni de los ricos). Porque hay un drama humanitario que las elites y las oligarquías, instaladas en su cómoda atalaya, no pueden ni quieren ver, del mismo modo que también está lejos del arco visual de los economistas del mainstream. Todos se escandalizan porque el nuevo gobierno se haya apresurado a aplicar las primeras medidas de un plan social de emergencia; quizá, porque no estamos acostumbrados en estos lares a que los partidos lleven a cabo lo que prometen en las campañas electorales.
Y por esa razón es imprescindible proceder a una rápida y sustancial reestructuración de la deuda pública griega. Porque sin esa reestructuración –con propuestas tan razonables como vincular los pagos a la recuperación de la actividad económica y de las exportaciones-, el gobierno griego estaría obligado a continuar metiendo la tijera en gastos que son absolutamente vitales para la ciudadanía; sin esa reestructuración, simplemente no es posible hacer una política económica centrada en las personas.
La respuesta de las autoridades comunitarias ha consistido en apretar todavía más las tuercas, con el sonrojante e insultante apoyo del gobierno español, esgrimiendo que las exigencias planteadas por el gobierno de Syriza resultan inaceptables, como si su aceptación sancionara el despilfarro griego y dejara tocado el proyecto comunitario.
Ante tanta mentira y cinismo hay que decir con claridad, sin subterfugios ni juegos retóricos, que la economía y la sociedad griega se encuentra en el filo de la navaja en buena medida por culpa de la Troika y de los sucesivos gobiernos. Han aplicado medidas encaminadas a proteger los intereses de los bancos alemanes y de otros países europeos, los cuales, durante muchos años (¡Ay, la memoria selectiva!) hicieron muy lucrativos negocios en Grecia, en abierta connivencia con una clase política en su mayor parte corrupta y con un estado clientelista. Recordemos, asimismo, que los recursos canalizados por el Banco Central Europeo a los bancos a un coste muy bajo, con el objeto de facilitar su saneamiento, también sirvieron para adquirir deuda griega, por la que exigían, rentabilidades muy elevadas. Igualmente, las denominadas políticas de austeridad (¡cuánta perversión y contaminación esconde el lenguaje!), impuestas desde las instituciones comunitarias a Grecia y a otras economías el sur de Europa han sido el gran instrumento, junto a la denominada devaluación interna (reducción de los salarios), para socializar perdidas y para que la población trabajadora pagara las deudas contraídas por bancos y empresarios sin escrúpulos.
La pequeña Grecia, liderada por Syriza, es un ejemplo de dignidad, de que hay otra manera de hacer política y de que otra economía es posible; también simboliza el clamor de que necesitamos una refundación democrática de la Unión Europea. Ahí reside la amenaza, y no en los costes asociados a la reestructuración de la deuda, para un poder enrocado, envejecido y a la defensiva.
Recuerdo a mi amigo Ramón cuando acudía a las manifestaciones enarbolando con orgullo y convicción –entonces, muy minoritaria- la consigna “Contra la Europa del capital”. ¡Cuánta razón tenía!

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