lunes, 25 de agosto de 2014

LA CULTURA DE LA IMPUNIDAD


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Miguel Lorente y Sara Porras
Durante la última semana hemos asistido a un dramático circo mediático que, una vez más ha sacado a la luz la terrible cultura de la impunidad que refuerza y hace posible el mantenimiento y el aumento de la violencia machista.
Primero fueron las condenables declaraciones del alcalde de Málaga en las que justificaba las agresiones sexuales que frente a la alarma social de un denuncia de violación espetaba que no había que preocuparse pues en nuestro país hay más de 1.000 al año. En cualquier país democrático este representante público sería inmediatamente cesado. Sin embargo el circo ha continuado hasta terminar en vítores y aplausos por la exculpación de los supuestos agresores en 48 horas, y sin haber llevado a cabo una investigación sobre algunas de las circunstancias de los hechos que podían indicar lo contrario, es decir, que realmente existió una agresión sexual. En cualquier caso, no basta con un auto exculpatorio, la sociedad debe responder a las mujeres públicamente, porque mucho peor que una violación es arrojar la sombra de una falsa denuncia, una “denuncia falsa” que, además se reforzará con la falta de pruebas por no haber investigado. Terrible.
No ha servido para el gran público el hecho de que en Gandía se cometiera otra violación, o que en las fiestas de Donostia haya habido dos intentos de agresión, tampoco la memoria de lo ocurrido en los San Fermines. El mensaje es claro: una mujer es culpable hasta que se demuestre lo contrario. Para corolario la página con recomendaciones del Ministerio del Interior que, poniendo el foco una vez más sobre las víctimas, aconseja a las mujeres una serie de medidas para evitar ser violadas. Sin entrar en el fondo de la cuestión sobre lo ridículo de las recomendaciones, no se nos escapa que, nuevamente, lo que se transmite es que frente a la posibilidad de agresión sexual las mujeres debemos limitar nuestra libertad, responsabilizándonos exclusivamente a nosotras de que dicha agresión llegue a producirse.
Todo esto forma parte de una cultura de impunidad terrible en la que se equipara a agresores con víctimas, en la que se construye todo un entramado de mecanismos que refuerzan una cultura sexual para la que el cuerpo de la mujer es siempre visto como un objeto de deseo y de provocación que cualquier hombre puede tomar. Somos nosotras las que debemos restringir nuestros movimientos y nuestra manera de estar en lo público, nadie se pregunta qué pasa con aquellos que agreden. La mayor diferencia con otro tipo de delitos es que en estos casos se especula siempre con la culpabilidad de la víctima, ¿hasta qué punto ella provocó esta situación?
Este estado de la cuestión hace que la violación no sea sólo un acto físico de agresión, sino una opinión social en la que de manera sistemática la víctima es juzgada y es potencialmente responsable de su agresión.  La invisibilidad del delito se instala de tal manera en nuestro sentido común, forma parte de nosotros casi como un resorte permanente, convirtiendo a todas las mujeres en víctimas y responsables, borrando de la foto  a quienes cometen las agresiones – salvo en el caso de que sean exculpados donde merecerán minutos televisivos y vítores laudatorios- . ¿Pero y dónde están los aplausos y las audiencias cuando una mujer sale del círculo de violencia? ¿Cuándo frente a todo y pese a todo da el paso, denuncia y exige justicia?
No hay democracia posible que merezca ese nombre mientras esta cultura de la impunidad continúe presente en nuestras vidas, en cada paso que damos, juzgándonos a todas, condicionando nuestros movimientos y recordándonos los peligros de vestir de una manera, de disfrutar de nuestro cuerpo en los espacios públicos.
* Miguel Lorente es ex delegado del Gobierno para la Violencia de Género. Sara Porras es coordinadora de Mujeres de IU de la Comunidad de Madrid.

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