jueves, 12 de junio de 2014

LIDERA TU QUE A MI ME DA LA RISA

                                                                                                  

C
Para afrontar el problema de la sucesión, en el PSOE están echando mano de la leyenda artúrica, la cual nos revela que en Camelot había una espada hincada en una roca y que únicamente podría extraerla el hombre destinado a reinar sobre los caballeros de la Tabla Redonda. He dicho hombre aunque Rubalcaba, que ejercía de Merlín en esta historia, se apartó para dejar paso a una mujer sin advertir que la leyenda artúrica es fundamentalmente fálica. Al dejar libre el Asiento Peligroso, la silla sobre la que se sentaron el culo de Zapatero y el suyo propio, Rubalcaba ha iniciado un nuevo ciclo artúrico de imprevisibles consecuencias.
En principio Susana Díaz parecía la candidata ideal para cumplir la profecía, pero la pobre mujer está muy ocupada liderando procesiones, misas legionarias y hermandades rocieras. Susana ha hecho suya aquella sabia observación de Chesterton que dice que cuando alguien deja de creer en Dios entonces puede creer en cualquier cosa. Puestos a creer en imposibles, mejor seguir creyendo en la Semana Santa, ese gran clásico del socialismo andaluz. Llegan a nacer Marx y Engels en Triana y la primera frase del Manifiesto Comunista hubiese quedado más o menos así: “Un nazareno recorre Europa, mi arma”.
En su momento de esplendor, Felipe González ya logró una síntesis dialéctica entre el marxismo y la paella: una tortilla de patatas, pana y aceitunas que anunciaba el cambio político de los fogones al microondas. España era él y sus circunstancias. Cuando abdicó de la Bodeguilla, a Felipe González se le fue poniendo primero cara de jardinero japonés, luego de mechero y por último de cocinero televisivo hasta el punto de que ya abronca a todo Dios y le hace la competencia a Chicote. Superado el califato, el psocialismo del siglo XXI consiste (como ya advirtió Patxi López antes de hacer las maletas) en armonizar la monarquía con la república, un gazpacho ideológico que vete a saber cómo y por dónde se toma. Ayer Alfonso Guerra, que lleva aferrado a su escaño (cual percebe) casi cuatro décadas, hizo un elogio del monarca saliente en el que por poco rompe a cantar una saeta. Al ritmo de mamarrachadas que llevan en Ferraz, el partido lo puede acabar presidiendo Corinna. O Fernando Esteso, en el mejor de los casos. Sólo ahora se percibe que durante sus siete años y pico de reinado (al que llegó tras ganar un concurso demisses a Rosa Díaz), parecía que José Luis no estuviera haciendo nada y en realidad estaba depurando el aparato de vida inteligente hasta no dejar ni una neurona sana.
El principal problema al que se enfrenta ahora el sucesor de Rubalcaba no sería tanto desviarse del temido ayuntamiento carnal con el PP sino, más que nada, evitar que el electorado los confunda. Algo verdaderamente difícil, porque cuando Madina o Pedro Sánchez prometan que van a hacer tal o cual cosa, el votante aún no contaminado por el alzheimer se preguntará cómo es que no lo hicieron antes, durante las dos legislaturas de José Luis el Sonriente o en algún momento del largo y voluble sultanato de Abderramán Felipe el Gaseoso. Entre el apoyo a la OTAN, el auge de la banca, el desmenuzamiento de la educación pública, la feria de los GAL, el fomento institucional de la corrupción, el pleno desempleo y la aceleración judicial de los desahucios, las bases, los peatones y la peña en general andan muy mosqueadas desde que se han dado cuenta de que el PSOE es la continuación del PP por otros medios. Más que una renovación, en Ferraz necesitan una fumigación a fondo y un candidato que no huela mucho a silla de segundo culo.

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