Matemática de la rabia
A la memoria de Clément Merric, estudiante de ciencias políticas asesinado por el odio y la impunidad. A todos los que se mueren en silencio porque les están matando los que dicen que no hay alternativa.
Y un día de estos vamos a sumar los asesinatos de la gente que muere quince años antes de lo que les tocaba porque durante su vida no tuvo trabajo fijo ni seguridad social ni vivienda digna y fue dejando para más tarde ir al médico porque ahora le venía mal; y vamos a sumar los asesinatos de la gente que se quita de en medio por su propia mano porque los bancos les dicen que son económicamente inviables y los servicios sociales se han desmantelado para poder seguir enriqueciendo a los banqueros insaciables; y vamos a sumar las muertes en vida de la gente a las que les han quitado las esperanzas porque no les han dejado estudiar ni hacer planes para su futuro; y vamos a sumar los asesinatos de los niños que no han podido desarrollarse porque no había en casa suficiente comida como para cuidar su sueño y alimentar sus juegos; y vamos a sumar los asesinatos de la gente que ha muerto en trabajos basura, sin seguridad laboral, urgidos por patronos avariciosos o gerentes enloquecidos; y vamos a sumar los asesinatos de las mujeres que han perdido la vida porque el sistema no les dejó otro espacio que ser sumisas, débiles o prostitutas y no encontraron ojos en los que apoyarse cuando se estaban cayendo; y no nos vamos a dejar en la memoria sumar las mujeres que han muerto porque curas inquisidores, varones reaccionarios y políticos hipócritas y hostiles niegan el derecho al aborto y regresan a las catacumbas de la clandestinidad a las mujeres pobres que deciden interrumpir su embarazo; y vamos a sumar los asesinatos de la gente que no resistió respirar el aire sucio de nuestras ciudades, beber el agua contaminada de tantos lugares, comer la escasa y podrida comida que les dejaron los mercaderes; y vamos a sumar a los que se traga el mar queriendo cruzar en balsas de papel el Estrecho huyendo de la miseria que el norte ha creado en sus países y tambien las de aquellos que dejan su sangre en las fronteras que separan a los ricos de los pobres; y vamos a sumar los asesinatos de gentes caídas por balas, misiles, bombas y gases vendidas por traficantes de armas y proveedores de guerras. Y no se nos va a olvidar sumar las muertes de los asesinados por fascistas que quieren volver a hacer suyas las calles, y tampoco de esos asesinos de escritorio que dicen que los movimientos sociales son terroristas y los señalan como objetivos para que sus cachorros rapados terminen el trabajo. Sumando y sumando.
Entonces, con tantas muertes en la conciencia, se nos va a llenar la boca de odio y los pulmones de tierra y las manos de justicia, y nos vamos a enfadar aún más cuando nos digan que somos nosotros los que estamos sembrando la lucha de clases. Y entonces no van a encontrar bosques tan profundos ni mares tan hondos ni montañas tan altas como para que puedan esconderse y escapar de tanta rabia como nos han hecho acumular y tanta humanidad como nos han robado. Porque ya no hay agua bendita que les lave la indecencia que están sembrando. Porque ni ellos se merecen tener el poder de derrumbarlo todo todo ni nosotros ser el contenedor golpeado que soporte los cascotes. El mal gobierno reclama la respuesta decidida de los ciudadanos que quieren un buen gobierno. Vayamos sumando.
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