No se que piensan ustedes pero a mí me parece muy inquietante que las instituciones mejor valoradas por los ciudadanos españoles sean la Guardia Civil, la Policía y el Ejército (con mayúsculas), los cuerpos armados de la Seguridad del Estado, los guardianes del orden, tres instituciones que aunque formalmente inscritas en la democracia (con minúsculas) no funcionan con métodos democráticos: los soldados no eligen por sufragio a sus oficiales y la disciplina y la jerarquía se imponen a cualquier razonamiento o argumentación. Tal sinrazón está avalada por razones de peso, no se puede discutir en asamblea si se ataca por el Este o por el Oeste o si se empieza a repartir estopa a los manifestantes de izquierda a derecha o de derecha a izquierda. Fuera de estos supuestos bélicos o tácticos se supone que las policías y los ejércitos en los países democráticos están para defender la democracia sin practicarla del todo pero en ningún caso para convertirse en las instituciones más valoradas. Ejércitos y policías serían en todo caso los primeros en el ranking institucional de las dictaduras y de los gobiernos totalitarios.
En una primera lectura puede pensarse que se trata de una versión renovada de aquél “Vivan las cadenas” que le gritaban sus súbditos a Fernando VII en un momento de enajenación histérica y patriótica ( dos adjetivos que suelen cabalgar juntos) o, tal vez de una especie de síndrome de Estocolmo (No se está mal en el fondo, es el síndrome de Estocolmo que cantaba Siniestro Total). Pero no, si esta trilogía fuertemente armada ocupa el lugar que ocupa en las preferencias de los encuestados es por eliminación, porque las otras instituciones, de la monarquía a la judicatura pasando por la política y las finanzas, la religión e incluso el deporte, última tabla de salvación, nos han fallado estrepitosamente, así que se pone uno a buscar entre los restos del naufragio y acaba deslumbrado por el charol de los tricornios y el brillo de los sables siempre en perfecto estado de revista. La Guardia Civil que vivió sus peores momentos mediáticos con el “tejerazo” se ha recuperado del bache. El 23 F elegimos entre guardias civiles y políticos y nos quedamos con los políticos aunque a muchos de ellos nos gustaría verles hoy flanqueados por dos picoletos camino del presidio. La Guardia Civil es un cuerpo militar y sus tricornios son bicornios porque solo tienen dos cuernos, la Guardia Civil es un peculiar endemismo hispánico que ha superado todos los cambios de régimen y jugado con todas las barajas y con todos los palos. La silueta de una pareja de guardias civiles en el horizonte es tan emblemática en nuestro paisaje como la del toro de Osborne y no voy a seguir hablando de la Guardia Civil porque creo que aún me quedan resabios atávicos de un miedo ancestral que algunos identifican con el respeto. En cuanto a la policía que les voy a contar que no les hayan dicho ya con más contundencia los antidisturbios, y sobre el ejército, recuérdenme que un día de estos les hable de la mili…
Pero estábamos en que el buen momento de los cuerpos armados de Seguridad del Estado es solo un reflejo del mal momento de las instituciones restantes y de algunas sobrantes. De seguir así las cosas puede que dentro de un tiempo la profesión más valorada entre los españoles sea la de funcionario de prisiones, aunque para ello tendrían que pudrirse en las cárceles nuestros delincuentes de élite que al ser tantos crearían grandes bolsas de empleo para carceleros titulados. Tal vez el personal valore tanto a sus policías porque desearían verlos entrar en acción más a menudo deteniendo a tesoreros perversos, banqueros delincuentes (si me permiten la redundancia), duques desalmados, reinas de la copla en negro, infantas sorprendidas con malas compañías, deportistas dopados, toreros homicidas y blanqueadores con el alma negra como la paz.
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