Alberto Soldado
Va para trece años que se puso en marcha el euro. Se nos dijo que la nueva moneda era la autopista definitiva al progreso; el salvavidas ante cualquier maremoto en las finanzas. Era la columna vertebral de una Unión Europea que competiría en grandeza con los Estados Unidos de América. Los españoles, siempre acomplejados, aceptamos la propuesta con general entusiasmo. Nadie levantó la voz. Hacerlo era impropio de un demócrata tal como la Razón y el Gran Arquitecto del Universo exigen.
Cinco años después, el 31 de diciembre de 2006, este humilde maestro de escuela, de aquellos de los que se decían mal considerados y peor pagados, que de economía sabe menos que un ama de casa, se atrevía a calificar en estas mismas páginas que eso del euro era un «cuento». Afirmaba que el euro era un rejonazo para las economías familiares. Reproduzco aquellas reflexiones: «Un café vale más que una arroba de clementinas y así podríamos seguir en infinidad de valores. Algunos se han beneficiado con él, desde luego: Los que viven sin trabajar. Mala marcha la de un país en el que se hacen ricos los que no trabajan y no llegan a medio mes los honrados currantes. El euro ha sido una ruina para el trabajador, para el asalariado, para el funcionario, que sigue cobrando en pesetas pero pagando en euros. Miren si no es así: La gente traduce a pesetas el montante de su sueldo y no cae en la cuenta de que gasta en euros... Y claro, no le salen las cuentas. Y las deudas crecen sin parar en los bancos. Y los bancos siguen poniendo cifras a crédito en las libretas. Cobramos en cifras, pagamos con tarjetas y nos endeudamos en cifras. Miedo me dan los que tienen los dineros ahorrados. Un día de estos, como en Argentina, cobrarán en cifras. Ahora bien, ningún político habla de ello; nadie ha salido a decir que el euro ha sido, sin paliativos, un rotundo fracaso, que algo habrá que hacer para proteger a los trabajadores y asalariados de lo que ha sido una monumental engañifa, una estafa, un cuento chino para los bolsillos».
Lo escribimos en 2006. Estamos en 2013 y siguen mudos mientras todo se derrumba. Visto lo cual, permítaseme renegar públicamente del euro, de quienes lo impusieron, y de los traidores que vendieron la independencia de la nación a cambio de enormes prebendas personales. Malditos quienes han robado la esperanza de un pueblo.
Cinco años después, el 31 de diciembre de 2006, este humilde maestro de escuela, de aquellos de los que se decían mal considerados y peor pagados, que de economía sabe menos que un ama de casa, se atrevía a calificar en estas mismas páginas que eso del euro era un «cuento». Afirmaba que el euro era un rejonazo para las economías familiares. Reproduzco aquellas reflexiones: «Un café vale más que una arroba de clementinas y así podríamos seguir en infinidad de valores. Algunos se han beneficiado con él, desde luego: Los que viven sin trabajar. Mala marcha la de un país en el que se hacen ricos los que no trabajan y no llegan a medio mes los honrados currantes. El euro ha sido una ruina para el trabajador, para el asalariado, para el funcionario, que sigue cobrando en pesetas pero pagando en euros. Miren si no es así: La gente traduce a pesetas el montante de su sueldo y no cae en la cuenta de que gasta en euros... Y claro, no le salen las cuentas. Y las deudas crecen sin parar en los bancos. Y los bancos siguen poniendo cifras a crédito en las libretas. Cobramos en cifras, pagamos con tarjetas y nos endeudamos en cifras. Miedo me dan los que tienen los dineros ahorrados. Un día de estos, como en Argentina, cobrarán en cifras. Ahora bien, ningún político habla de ello; nadie ha salido a decir que el euro ha sido, sin paliativos, un rotundo fracaso, que algo habrá que hacer para proteger a los trabajadores y asalariados de lo que ha sido una monumental engañifa, una estafa, un cuento chino para los bolsillos».
Lo escribimos en 2006. Estamos en 2013 y siguen mudos mientras todo se derrumba. Visto lo cual, permítaseme renegar públicamente del euro, de quienes lo impusieron, y de los traidores que vendieron la independencia de la nación a cambio de enormes prebendas personales. Malditos quienes han robado la esperanza de un pueblo.
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