EMILI PIERA
Parece que los últimos ministerios de Defensa han comprado ferretería bélica que nos ha dejado endeudados para los próximos veinte años. Siempre he visto algo raro —aunque previsible— en el hecho de que la misma gente que le da un notable alto a las Fuerzas Armadas —en misiones de combate, de paz, o de entretiempo— le asigne un cero zapatero al presidente que las dirige, pero el Ejército es el músculo del país y a todos nos gusta marcar bíceps, de ahí la contradicción. Ahora nos van a poner un escudo antimisiles en Rota, Cádiz, con los coreanos del Norte en el papel del malvado Fu-Manchú y Ahmadineyad como el Viejo de la Montaña y su secta de asesinos. Pero los persas no tienen artefactos nucleares y los coreanos del norte, que sí los tienen, están muy ocupados en ver cómo matan japoneses, coreanos del sur o a su propio pueblo (de hambre).
Si el peligro es Rusia o China —solos o en combinación— que lo digan, aunque tal vez no lo hacen por una mezcla de vergüenza y timidez. La política rusa se ha convertido en un espectáculo de guiñol en el que el intrépido Putin les toca las tetas a media docena de modelos después de haber matado dos centenares de chechenos. La china no llega ni a eso y nosotros mismos, los campeones de la libertad, hemos fabricado —solos o con otros— una oclocracia cleptómana que reina en todas partes y que si mis escasos conocimientos de griego no me traicionan, nada tiene que ver con la democracia. Es decir ¿dónde está el frente? (Jerry Lewis).
Hablando de griegos (quinta huelga general), en las academias militares de EE UU se estudia mucho la guerra del Peloponeso (aunque ellos salieron más romanos) donde el precario equilibrio entre Atenas y Esparta se rompió cuando la primera se empeñó en construir una muralla. Todas las armas son ofensivas y la misión del escudo (de misiles) es desanimar la acción del adversario, es decir impulsarlo a acciones locas y suicidas, pero no a la renuncia, el enemigo es muy obstinado, casi tanto como nosotros. Por otra parte, ¿qué diablos hacemos en Afganistán?
Si el peligro es Rusia o China —solos o en combinación— que lo digan, aunque tal vez no lo hacen por una mezcla de vergüenza y timidez. La política rusa se ha convertido en un espectáculo de guiñol en el que el intrépido Putin les toca las tetas a media docena de modelos después de haber matado dos centenares de chechenos. La china no llega ni a eso y nosotros mismos, los campeones de la libertad, hemos fabricado —solos o con otros— una oclocracia cleptómana que reina en todas partes y que si mis escasos conocimientos de griego no me traicionan, nada tiene que ver con la democracia. Es decir ¿dónde está el frente? (Jerry Lewis).
Hablando de griegos (quinta huelga general), en las academias militares de EE UU se estudia mucho la guerra del Peloponeso (aunque ellos salieron más romanos) donde el precario equilibrio entre Atenas y Esparta se rompió cuando la primera se empeñó en construir una muralla. Todas las armas son ofensivas y la misión del escudo (de misiles) es desanimar la acción del adversario, es decir impulsarlo a acciones locas y suicidas, pero no a la renuncia, el enemigo es muy obstinado, casi tanto como nosotros. Por otra parte, ¿qué diablos hacemos en Afganistán?
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