Emili Piera
Me han encantado las celebraciones de la Pepa , la Constitución de Cádiz, que fue la primera de las nuestras y la plantilla de muchas otras así en el sur de Europa como en América. Si la gente vestía como majos y chulas, no era por casualidad: la majeza estaba en el corazón de la gente, de un pueblo que aún sabía comer, amar, enterrar a los muertos, matar y morir como Dios manda. Ese pueblo se extinguió en 1940: lo mató Franco. Con el material humano disponible, que no es gran cosa, digo y afirmo que hay que tener la cara muy dura para comparar aquello con el actual baile de horteras y criadas, con el zafarrancho de capadores de gorrinos presidido por Mariano Rajoy.
Rajoy le va cogiendo gustito a la vara de mando y el otrora tímido, procedimental y maricomplejines se muestra displicente con los reticentes y reticente con los sobrios y constantes. Y se reclama de esa tradición reformista, mintiendo hasta el mismo meollo del asunto: 1812 representa un cambio de Régimen, es una revolución nada tranquila —estábamos en guerra— que reconoce derechos a la gente, no que se los anula o recorta como ocurre ahora mismo. La diferencia no puede ser más grande, pero al registrador le da igual, él lo suelta por ver si cuela y a la vista de la ingente cantidad de necios, no sería extraño que colara. Hay un refrán (o aforismo), valenciano y, pese a ello, extrañamente político que dice «més val matar un home, que perdre un dret».
Desde que Felipe aprobó el primer contrato basura, que nuestro neoliberalismo liberticida se ha obstinado en un peculiar comunismo al revés. Los comunistas cargaban de medallas el pecho de los obreros ejemplares, con la vista puesta en el futuro paraíso, mientras que los trabajadores del bando enemigo se dedicaban al goce. El sovietismo de Rajoy —mucho más similar de lo que parece— promete, asimismo un futuro de prosperidad que pasa por las formas más extremas de mutilación y renuncia que se proponen como transitorias pero que siempre cristalizan. Leninismo de mercado ¡Muera Lenin, vivala Pepa !
Rajoy le va cogiendo gustito a la vara de mando y el otrora tímido, procedimental y maricomplejines se muestra displicente con los reticentes y reticente con los sobrios y constantes. Y se reclama de esa tradición reformista, mintiendo hasta el mismo meollo del asunto: 1812 representa un cambio de Régimen, es una revolución nada tranquila —estábamos en guerra— que reconoce derechos a la gente, no que se los anula o recorta como ocurre ahora mismo. La diferencia no puede ser más grande, pero al registrador le da igual, él lo suelta por ver si cuela y a la vista de la ingente cantidad de necios, no sería extraño que colara. Hay un refrán (o aforismo), valenciano y, pese a ello, extrañamente político que dice «més val matar un home, que perdre un dret».
Desde que Felipe aprobó el primer contrato basura, que nuestro neoliberalismo liberticida se ha obstinado en un peculiar comunismo al revés. Los comunistas cargaban de medallas el pecho de los obreros ejemplares, con la vista puesta en el futuro paraíso, mientras que los trabajadores del bando enemigo se dedicaban al goce. El sovietismo de Rajoy —mucho más similar de lo que parece— promete, asimismo un futuro de prosperidad que pasa por las formas más extremas de mutilación y renuncia que se proponen como transitorias pero que siempre cristalizan. Leninismo de mercado ¡Muera Lenin, viva
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