Investigadores japoneses logran que los roedores toleren implantes de piel y médula ósea
Recomendar en
Facebook 4La gran promesa de la medicina regenerativa es utilizar cultivos de células
madre para obtener tejidos y órganos que puedan trasplantarse a las personas con
enfermedades hoy incurables. Un punto esencial, y polémico en los últimos años,
es que esos trasplantes no sean rechazados por el sistema inmune del receptor.
El Instituto Nacional de Ciencias Radiológicas de Chiba (Japón) ha dado un paso
fundamental al demostrar que la idea funciona en ratones con trasplantes de piel
y de médula ósea sin signos detectables de rechazo. El trabajo se publica
en Nature y despeja uno de los mayores obstáculos para la aplicación
clínica de las células madre.
El estudio de Masumi Abe y sus colegas de Chiba, Kawaguchi y Yokohama tenía
por objetivo disipar las dudas sobre la tolerancia inmunológica a los
trasplantes derivados de células madre iPS (o de pluripotencia inducida). Estas
células se obtienen retrasando el reloj de vulgares células de la piel
para que recuperen su primitiva condición de células madre, y son la estrella de
la investigación en este campo, incluido el último premio Nobel de Medicina
concedido a su creador, el también japonés Shinya Yamanaka.
Un estudio anterior de los biólogos moleculares de la Universidad de California en San Diego, publicado también en ‘Nature’ en mayo de 2011, había encontrado, también en modelos animales, rechazo inmunológico en trasplantes derivados de células madre iPS, pero no en los derivados del otro gran tipo de células madre que se usan en investigación sobre medicina regenerativa, las embrionarias. Esta es la otra mitad de la historia.
Las células madre embrionarias se obtienen de embriones humanos de dos semanas. Su descubrimiento en 1998 por investigadores de la Universidad de Winsconsin fue la espoleta que desencadenó las actuales investigaciones en este sector, pero en sus escasos 15 años de vida se han topado con una robusta oposición moral y jurídica de los sectores próximos a la Iglesia católica y a las confesiones norteamericanas.
El propio Nobel Yamanaka ha declarado que inició sus investigaciones sobre las células iPS precisamente para sortear esas objeciones éticas. Buscaba un material biológico tan precioso como las células madre embrionarias, pero que no necesitara construir ningún embrión. Y eso es más o menos lo que consiguió, y así lo tasó Estocolmo hace solo unos meses.
La actitud más extendida entre los especialistas de este campo emergente, sin embargo, es que la investigación debe hacerse en paralelo con ambos tipos de células madre, las iPS y las embrionarias. De hecho, esto es exactamente lo que han hecho Abe y sus colegas en su Nature de hoy: probar en paralelo 10 líneas de células madre iPS y siete líneas de células madre embrionarias. Han derivado de todas ellas tejidos diferenciados –piel y médula ósea— y los han trasplantado a otros ratones, que aquí hacen el papel de pacientes.
El resultado, expresado brevemente, es que no hay rechazo. Ni con la piel ni con la médula ósea. Ni cuando esos tejidos se derivan de células iPS ni cuando lo hacen de células madre embrionarias. Todo esto es en ratones, pero despeja el camino hacia la aplicación clínica de uno de sus mayores obstáculos. Y además –lo que parece dar la razón a la opinión mayoritaria en el sector– confirma la conveniencia de avanzar en paralelo con ambos tipos de células madre, puesto que ambas pueden resultar útiles para la medicina.
Un estudio anterior de los biólogos moleculares de la Universidad de California en San Diego, publicado también en ‘Nature’ en mayo de 2011, había encontrado, también en modelos animales, rechazo inmunológico en trasplantes derivados de células madre iPS, pero no en los derivados del otro gran tipo de células madre que se usan en investigación sobre medicina regenerativa, las embrionarias. Esta es la otra mitad de la historia.
Las células madre embrionarias se obtienen de embriones humanos de dos semanas. Su descubrimiento en 1998 por investigadores de la Universidad de Winsconsin fue la espoleta que desencadenó las actuales investigaciones en este sector, pero en sus escasos 15 años de vida se han topado con una robusta oposición moral y jurídica de los sectores próximos a la Iglesia católica y a las confesiones norteamericanas.
El propio Nobel Yamanaka ha declarado que inició sus investigaciones sobre las células iPS precisamente para sortear esas objeciones éticas. Buscaba un material biológico tan precioso como las células madre embrionarias, pero que no necesitara construir ningún embrión. Y eso es más o menos lo que consiguió, y así lo tasó Estocolmo hace solo unos meses.
La actitud más extendida entre los especialistas de este campo emergente, sin embargo, es que la investigación debe hacerse en paralelo con ambos tipos de células madre, las iPS y las embrionarias. De hecho, esto es exactamente lo que han hecho Abe y sus colegas en su Nature de hoy: probar en paralelo 10 líneas de células madre iPS y siete líneas de células madre embrionarias. Han derivado de todas ellas tejidos diferenciados –piel y médula ósea— y los han trasplantado a otros ratones, que aquí hacen el papel de pacientes.
El resultado, expresado brevemente, es que no hay rechazo. Ni con la piel ni con la médula ósea. Ni cuando esos tejidos se derivan de células iPS ni cuando lo hacen de células madre embrionarias. Todo esto es en ratones, pero despeja el camino hacia la aplicación clínica de uno de sus mayores obstáculos. Y además –lo que parece dar la razón a la opinión mayoritaria en el sector– confirma la conveniencia de avanzar en paralelo con ambos tipos de células madre, puesto que ambas pueden resultar útiles para la medicina.
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