Paz Martin XXVII No se el tiempo que invierto en dejar de suspirar por esas noches imperdonablemente cortas, que me dejan colgada como un murciélago, de las primeras luces de la mañana. Colgada de esas manos nerviosas, inquietas... colgada de dos cigarrillos que no te fumas y de esa instantánea de tu rostro que da la sensación de estar en flor. Colgada al fin de una sonrisa, cuyo roce conozco en mis labios por la intuición de mi deseo.
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