"Soy un nacionalista", declaró Donald Trump en un evento político con su fieles seguidores hace unos días en Houston, Texas. "Yo sé que no deberíamos usar esa palabra", dijo, aunque insistió en el tema. "¿Saben lo que soy? Soy un nacionalista, ¿de acuerdo? Soy un nacionalista. Nacionalista. No hay nada malo. Deben usar esa palabra. Usen esa palabra", instó a sus seguidores al ritmo de los aplausos y gritos de "¡Métanla presa, métanla presa!" en referencia a Hillary Clinton, la excandidata presidencial demócrata, antigua secretaria de Estado norteamericana y blanco favorito del presidente de Estados Unidos y su gente.
Trump no es ajeno a usar frases o palabras polémicas o consideradas vulgares para un jefe de Estado. Siempre llama a los medios críticos, como CNN y NBC, 'fake news' (noticias falsas) y "enemigos del pueblo". También ha denominado a figuras demócratas —por Twitter y durante sus discursos— como "estúpidos", "corruptos", "criminales", "mentirosos" y "feos", entre otros calificativos ofensivos. Durante un discurso de campaña, el mandatario estadounidense dijo que podría disparar a alguien en la Quinta Avenida de Nueva York y no le pasaría nada. Sus seguidores aplaudieron con júbilo. Ha llamado a los mexicanos "violadores" y "narcotraficantes", ha dicho que los migrantes 'infestan' EE.UU. y ha afirmado que los países africanos son "agujeros de mierda". Mientras tanto, su apoyo entre su base se ha mantenido y el Partido Republicano lo ha respaldado.
Sin embargo, la autoproclamación de Trump como "nacionalista" se produce justamente días antes de las próximas elecciones legislativas, cuando su gestión se pondrá a prueba, y en medio de una ola de brutal violencia y crecientes tensiones en territorio norteamericano. El mandatario ha dicho que no ve nada malo en calificarse como "nacionalista" cuando sabe muy bien que ese término se ha asociado con el fascismo durante el siglo XX. Mussolini, Hitler, Pinochet, Franco y otros dictadores y autócratas emplearon el nacionalismo para describir sus movimientos políticos. Según el periodista Tim O'Brien, autor del libro 'Nación Trump: El arte de ser el Donald' (2005), el inquilino de la Casa Blanca tuvo el libro 'Mi lucha' de Hitler en su mesa de noche durante años. En este sentido, Trump no negó esa información, pero dijo que nunca lo había leído. Todo bien.
En estos días, al menos 15 bombas fueron enviadas por correo a críticos de Trump, incluidos dos expresidentes de EE.UU. (Barack Obama y Bill Clinton), ex altos funcionarios del Gobierno, senadores, congresistas y medios de comunicación. Durante la búsqueda del terrorista responsable de estas acciones, que también ponía en peligro a los trabajadores postales y otra multitud de personas en los lugares por donde pasaban los paquetes explosivos, Trump intentó ridiculizar los atentados. Incluso, promovió la matriz de opinión de "falsa bandera", inventada por la ultraderecha y Fox News, que intentaba definir esos artefactos como "una falsa invención de los demócratas". Cuando el culpable fue encontrado y detenido, el presidente de EE.UU. intentó desestimar que fuera uno de sus fervientes seguidores, aunque se trataba de un hombre con un vehículo lleno de afiches y fotos a su favor y en contra de sus críticos; principalmente, aquellos que habían recibido los envíos. Además, Trump evitó calificarlo de terrorista doméstico, tal vez por ser un hombre blanco, republicano y su seguidor. Si fuera negro, latino o musulmán, sin duda hubiese sido declarado un terrorista peligroso con la pena de muerte sobre su cabeza.
"Mi gente haría cualquier cosa por mí", seguro que pensó Trump, el autoproclamado nacionalista. El mismo día de la captura del terrorista trumpista, el presidente de EE.UU. encabezó un evento de campaña en el que de nuevo llamó a la CNN y otros medios críticos 'fake news' y "enemigos del pueblo", mientras sus seguidores repetían el grito "métanla presa, métanla presa". Tan sociópata es Trump que ni siquiera pudo reprimir sus comentarios durante una crisis nacional de atentados contra expresidentes y otras personas importantes. No ofreció palabras de consuelo para unificar la nación: mantuvo su discurso de odio y división, alentando a los extremistas y reaccionarios.
Solo días después de los atentados terroristas contra más de una decena de ex altos funcionarios, expresidentes y figuras públicas, un hombre blanco y rabioso antisemita entró en una sinagoga de Pittsburgh (Pensilvania) y asesinó a sangre fría a 11 personas, la mayoría de la tercera edad. Personas pacíficas durante una ceremonia religiosa. El asesino gritó "hay que matar a todos los judíos" antes de disparar a esos inocentes con un arma de guerra en un lugar sagrado.
¿Qué hizo Trump? Lo condenó, sí. Pero ese horroroso crimen de odio, esa matanza atroz con tintes racistas, fue alimentada por el discurso de odio del propio presidente y sus seguidores, así como muchos que promovieron falsos rumores sobre 'conspiraciones judías' en los últimos días, pues tal vez la peor matanza de judíos en suelo estadounidense no le hizo parar su agenda política ni un solo día. Y no es que el mandatario realizara urgentes tareas presidenciales que no pudiesen suspenderse. No. Fue un evento de campaña para las elecciones de noviembre. De camino al evento, a punto de abordar al avión presidencial, Trump expresó a la prensa su condena sobre el hecho. Al llegar a su evento, dijo a sus seguidores que 'se iba a portar bien', a lo que respondieron con gritos "¡NOOOO!". Luego, el presidente de EE.UU. manifestó que había estado a punto de cancelar el evento, pero no debido a la masacre o los atentados cometidos por uno de sus seguidores más fieles, sino porque al hablar ante los medios su cabello se había enredado. Su pelo. No el asesinato de 11 ciudadanos a manos de un antisemita lleno de odio de apenas unas horas antes.
Donald Trump trafica con divisiones y racismo. Es un sociópata que respira odio. Alienta la violencia y la destrucción. Mientras está en la Presidencia de EE.UU. —al igual que otros jefes de Estado parecidos que existen en otros países— casi seguro que seguirán ocurriendo eventos peores de los que hemos vivido en estos días. La ola de fascismo ha comenzado. No veremos la luz de nuevo hasta desterrarlo.
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